domingo, 28 de agosto de 2011

Las ondas

Y te has ido. Nuevamente te vi llorar, desconsolada, triste, apenada. La tortura de tu llanto es tan grande como la mía dejándote ir triste por ahí, dejando entrever lo cobarde que soy con lo perplejo que me dejas cuando siquiera pasas a mi lado, cuando me miras, cuando me ignoras...
Así como me prometí a mi mismo, decidí darle fin a este asunto de la mejor manera posible. No, a decir verdad no hay mejor manera, ni siquiera hay manera para poder olvidarme de ti. Es difícil, y te comprendo a veces, reprimir el sentimiento, las ganas, las desenfrenadas ganas de estar a tu lado, abrazarte y quizás besarte, si es que me lo permites. No, no será así, lo sé. Sé que te diré y que me dirás que no, porque todavía no puedes dar por terminada una etapa, porque todavía no puedes cerrar ese libro para empezar otro... porque todavía te gusta. Y lo entiendo, lo comprendo a la perfección. Aunque me gustaría no comprender ni entender ninguna situación, tengo que hacerlo así.
La resignación ha pasado miles de veces por mi casa. Me ha dicho "date por vencido", "ella nunca te querrá", "retírate y déjala...". Nunca la escuché, porque sabía que estaba dentro de mí esa convicción de quererte, de sentir que podía haber algo, pero eran ilusiones, espejismos. Nada más que eso.
Y empecé a tomar conciencia, y a decirme que esto no iba a funcionar. Hasta que te vi otra vez a su lado, y evidenciando mi desilusión, tomé la decisión y decidí que desde ese momento, no más. Por lo menos hasta que se te pase, hasta que se vaya el amor, el hechizo, la magia, el embrujo, el conjuro sincero que tan adorable es pero también tan doloroso cuando no corresponde. Eso también me ha sucedido.
Ya nada más. Me encantaría contradecirme a mí mismo, y demostrarme todo lo que ha sucedido fue una película mala, aburrida y dolorosa. ¿Tendré que esperar? No sé. Quizás sí. Ya fue suficiente.

Como las ondas que suben y bajan, como las olas en la playa, en un día de lluvia, así está mi corazón, que ahora tengo que calmar a la fuerza para que no inunde la razón. Es hora de (quizás) dejarte para siempre. De (quizás) darme por vencido y decir: "No, no es ella". Pero sé que la esperanza es lo último que se agota... bueno, me quedan las reservas.


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