Hoy recordé, no como otras veces. La nostalgia se apoderó de mi persona, no podía detenerme. Era maravilloso y lamentable ver cómo todo ello se perdió. Si pudiesen dar esos programas otra vez, le daría un poco más de esa irrealidad fantástica que nos hace soñar a una vida llena de responsabilidades y obligaciones que tomar y cumplir, respectivamente. Quizás debamos hacernos más niños y menos adultos para nuestras cosas: Quizás para conservar la juventud, esa que no se nota en el cuerpo, sino en cómo vives tu vida; quizás para tener un buen pasar por la vida, sin amargarnos demasiado. Vivir como niños, trabajar como adultos. Disfrutar lo vivido, aprender de todo. Aprehender el mundo. Como los niños...
Aprehender el mundo: ahí está el dilema. Ya estamos grandes, no tenemos más que aprehender. No es así, estamos rotundamente equivocados. Nos queda mucho, muchísimo por aprender. Nuestro orgullo nos hace cegar la mente de niño que tenemos dentro; nuestras obligaciones obnubilan las ganas de poder hacernos un poco mejores al valorar el aprehender, y lo despreciamos. No entiendo realmente qué fue lo que nos pasó, pero ello que debió seguir ahí, ahora no está. Nos sentimos acongojados por ello, pero hay que cambiar... en parte.
El pasado siempre estará para nosotros. Es nuestro deber cuidarlo, ser cariñoso con él, y hacerlo perdurar lo más posible. Nuestro pasado ahora no está con nosotros, pero siempre permanecerá en nuestros corazones, atesorando cada momento, y en nuestras mentes, en lo que conocemos por "memoria".
Pero hay cosas que, una vez que vuelves a ver, te hacen desear que lo que fue, sea. Así me pasó anoche. Volver a ser ese niño que estaba más pendiente de completar su álbum de láminas, de esperar ansioso el "tazo" de las papas fritas, de ganar cartones de su serie favorita, o de esperarla en la televisión a la misma hora de todos los días hábiles. De jugar con la vida, con lo que te da y lo que te quita. Con lo que tienes en el momento, disfrutarlo, para siempre y sin límite de tiempo.
Eso fue lo que pasó hoy. Recordé. No es pecado, es gratis (todavía), e hizo latir mi corazón más de una vez por algo quizás irrelevante a estas alturas, pero atesorado por el niño que llevo dentro de mi. Ese niño que no se cansa de jugar a ser grande, y de vivir disfrutando, pero sobre todo, aprehendiendo.
:)
No hay comentarios:
Publicar un comentario