martes, 15 de junio de 2010

¿Delirio o falta de sueño?

Se supone que iba a dormir, que iba a descansar, que iba a relajar mi agitado cuerpo luego de un agotador día, pero fue todo lo contrario.
Apenas apago el televisor, comienzo a recordar ciertas cosas. Mi habitación se deforma, toma otras dimensiones poco claras: por un momento puedo estar en un paseo muy bonito, cuando luego me encuentro en la más profunda de las oscuridades. Pero todo es tan real... pienso a veces que todo esto es una vil y mísera mentira, que todavía estamos durmiendo sin saber que estamos soñando. Nuestra realidad es parte de un insomnio permanente.
Recuerdo cuando, en mi dormitorio, comienzan unas sombras penetrantes, con ojos negros saltones, a acercarse a mi cama. Yo no las miro, pero las siento, siento que están ahí, no tocándome, sino observándome. Esperando el momento para que yo me de vuelta, muerto de miedo, para ver si es que están ahí, si de verdad existen. Para luego escapar, o esconderse.
Luego de eso, comienzo lentamente a perder la razón. Mi insomnio me aburre con tanto recuerdo ferviente por ser recordado, que caigo desfallecido y comienzo a llegar allá, donde Morfeo tiene su hogar de cristal, hecho de sueños. Donde caigo en un bosque, comienzo a caminar, en cinco minutos ya el crepúsculo asola el horizonte, y veo que las sombras de los árboles se multiplican. Veo aparecer un dragón, color áureo, que lanzaba un fuego, mezcla de color azul con ámbar. Tenía una cabeza, y hablaba. Un español muy periférico, pero le hablaba. Me decía que debía huir, y me contaba la historia de un reloj eterno, de otro de arena, de una mujer voluptuosa pero caprichosa, de siete altos hermanos y su hermanastro pequeño, de las vidas pasadas y las futuras, mientras caía la baba al suelo mientras decía todas esas cosas extrañas. Baba del mismo color de su fuego que, al tocar el piso, se volvía un cristal único en su especie, con una única belleza incomparable. Ni los diamantes más refinados del mundo real se le comparaban.
Mientras le preguntaba qué era lo que sucedía en su mundo surreal-fantástico, y mientras me contaba la historia de los personajes de su mundo, apareció tras el dragón, una sensual mujer, apasionante, voluptuosísima, unos ojos color verde cuarzo, unos labios sencillos que, pintados como los tenía, se veían espectaculares, vírgenes y seductores, como clamando por un apasionado beso. Cuerpo perfecto, cintura curvada como los paisajes del mundo surreal-fantástico. Piernas largas, envidiables para cualquier mujer del mundo real, y vestida con un traje largo y ajustado a su sensual cuerpo, color zafiro. Decía cosas en un tono medio cantado, y en algo que parecía latín. Su mirada me cautivaba, me llamaba en aquel tono medio poético, latino, que me hacía recordar las clases de Roma antigua. Sus labios se movían como dos sirenas en el mar, seduciendo al perdido náufrago a su más terrible final. Mientras conversaba con el dragón, escuchaba su voz dentro de mí, preguntándome cómo me llamaba, de dónde venía, y si quería divertirme un poco. Realmente he de quedar paralizado y medio excitado con tanta belleza frente a mis ojos. Por un momento caí en su seducción, en una hipnosis, donde todo se revolvía y mezclaba. Me sentí en sus brazos, acariciando mi cabello, acomodado en esos enormes senos. Movía la cabeza de un lado a otro, diciéndome a mí mismo que no despertara todavía. El dragón me advierte. "Ella no es lo que parece", me dijo. En el intertanto, me sentí inerte, seco. Un viento helado rodeaba mi ser, augurándome quizás el peligro que estaba cerca. Reaccioné, logré escapar de la comodidad mentirosa de sus pechos, para luego retomar raudamente mi lugar. El dragón me hablaba de muchas cosas que no entendía, y una de ellas es que esa mujer voluptuosa y deseada, no puede ser lo que parece. "No hay mujeres, ni en este mundo ni en el otro, que sean tan hermosas y sensuales como ella. Es así para seducir a cualquier cosa que encuentre débil, para saciar su sed y su hambre", decía sabiamente pero en un dialecto tan vulgar mi ahora amigo dragón. Dicho esto sentía que algo caía frente a mi cabeza, era una afilada línea de saliva azul de dragón, que iba en dirección a mi cabeza, y afortunadamente, por mucho que fue el filo de esa daga azul, logré salvar mi pellejo, no así mi brazo, que quedó con un ligero corte, el cual me dolió tanto que, jutno con el maldito sonar escandaloso de mi despertador, me hizo recordar que aquel mundo no era el "real". Muerto de cansancio por una aventura, irónicamente, jamás soñada, comienzo un nuevo día, más cansado que ayer...