domingo, 4 de septiembre de 2011

El verdadero valor de la vida

No sé que me dio cuando vi el televisor de la abuela de mi amigo mostrando lo que nadie pensaba jamás. No le tomé la relevancia necesaria al hecho. Tuvo que pasar el viernes y el sábado entero para poder sentar cabeza, reflexionar, analizar, y darme cuenta de lo sucedido. Y he aprendido, que la vida es una sola, y se debe disfrutar.
Es una lástima enorme que justo le haya tocado a gente que es relativamente cercana a la mayoría de la población por su exposición mediática, pero aunque no hubiesen sido ellos, el sentimiento no se reemplaza ni varía. Gente que fue con la mejor de las voluntades terminó por terminar su existencia en este mundo, y la gente lo toma como algo inmerecido, pero que es lamentable y que a cada uno le tocará en su momento, y este fue el de ellos.
Ahora es cuando uno toma el real valor de la vida. Hay que ser capaz de disfrutar al máximo: hacer las cosas que uno desea con el corazón (obviamente guardando las proporciones), y aprovechar cada momento de felicidad, solucionar los problemas, no amargarse, ni enfurecerse innecesariamente. Los problemas están ahí para solucionarlos, no precisamente para rabiar, llorar, deprimirse, etc. Es parte importante del aprendizaje que todos tenemos que vivir.


Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Coplas por la muerte de su padre (fragmento) de Jorge Manrique

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